sábado, 21 de mayo de 2011

Un sorbete de limón, por favor.

- ¿Te acuerdas de la primera vez que probaste el sorbete de limón?
- Sí, claro que me acuerdo. Había probado sorbetes de otros sabores pero nunca supe que pudiese sentir algo tan intenso con el de limón.
- Recuerdas la sensación tan refrescante y las ganas que tenías de repetir después de haberte deleitado con el primero?
- Sí. Nunca me hizo sentir tan vivo: la forma de mojarme los labios, las maneras de refresacrme y de sentir cómo descendía por mi garganta, la sensación de bienestar y el sabor que me proporcionaba, las caricias que le brindaban las burbujas del cava a mi lengua...
- Antes te gustaba tanto que los hacías en casa, en esos momentos de relax y los deleitabas en tu terraza con vistas al mar o cuando salías de casa decías: "quiero un sorbete de limón, por favor". ¿Ya no te gustan?"
- Claro que me gustan, pero es distinto. Conozco su sabor, su inconfundible sabor, pero no siempre te apetece tomar uno. Sé que en cualquier momento puedo acudiar a la cocina, coger limón, azúcar, hielo y cava y hacerme uno y sentiré todo aquello que sentí la primera vez que lo probé, sentiré su frescor y la acidez no podrá conmigo. Me embriagaré. Porque ya no lo pida no significa que no me guste. Simplemente sé que está ahí y que su inconfundible sabor nunca me
fallará. Pero en la vida no todo es limón, azúcar, hielo y cava, eso nunca faltará en mi cocina, o al menos eso espero: espero que mi limonero siga dando fruto, mi congelador no me falle y que en la despensa nunca falte el azúcar de la vida y el cava de la felicidad.
- Quiero un sorbete de limón, por favor.
- Mejor que sean dos.


Marta Roca G. ®

 

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